17 de junio de 2009

La naturaleza y el hombre

El tiempo está unido a la conciencia. Si estas gozando, el tiempo es corto, si estás sufriendo el tiempo se te hace interminable.
- La Tierra, el planeta, las plantas, los animales y las rocas; todo cuanto existe bajo tus pies tiene conciencia. La Tierra no tiene espíritu. Por el contrario, el ser humano resume en su identidad física la misma naturaleza que el planeta que lo contiene.
- Esta es la clave de la longevidad: únete al planeta. Dale tu espíritu y de la Tierra recibirás la fuerza de la vida, la salud, la longevidad. Deja tu ego aparte. No desees nada para ti. Nada ni nadie puede separarse del conjunto, y que la evolución depende de la fusión y de la integración, nunca del ego, del deseo personal y de la separación del conjunto, si un niño se muere de hambre o un simple árbol se rompe, todos mueren y todos se rompen.

- Los seres humanos somos tremendamente jerárquicos. Luchamos por ser los primeros, los más fuertes o los más guapos. Caminamos solos. Quemamos un bosque por la mañana y por la tarde rezamos a un dios antropomórfico. Adoramos a dioses que nos castigan, nos someten o nos premian. Mientras a pocos kilómetros de nuestra casa miles de niños se muren de hambre. Vivimos en ciudades sin árboles, sin vida. Hacinados en madrigueras insanas, compitiendo con ingenios de velocidad. Neuróticos, hostiles, con polución, con ruidos, ignorando al vecino que vive en el piso de abajo. Dirigidos por necios políticos. Creando una diferenciación de clases injusta, competitiva y hostil. Alimentados de productos cancerígenos sin principios activos, sin vida. Ignoramos a la naturaleza y finalmente y en breve plazo la Naturaleza nos aniquilará.

Somos un pedazo de esta tierra; estamos hechos de una parte de ella. La flor perfumada, el ciervo, el caballo, el águila majestuosa: todos son nuestros hermanos. Las rocas de las cumbres, el jugo de la hierba fresca, el calor de la piel del potro: todo pertenece a nuestra familia.

- Tanto nos importa un trozo de tierra que otro, porque somos como un extraño que llegamos de noche a arrancar de la tierra todo lo que necesitamos. No vemos la tierra con una hermana, sino más bien como una enemiga. Cuando la hemos hecho nuestra, la menospreciamos. Tratamos a la madre tierra y al hermano cielo como si fueran cosas que se compran y se venden. Nuestra hambre insaciable devorará la tierra y detrás nuestro dejaremos tan sólo un desierto.



- No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades del hombre; ningún lugar donde se pueda escuchar en la primavera el despliegue de las hojas, o movimiento de las alas de un insecto. Hay búfalos a miles pudriéndose abandonados en las praderas; el hombre de piel blanca les disparaba desde el caballo. ¿Qué puede ser del hombre sin animales? Si todos los animales desapareciesen, el hombre tendría que morir con gran soledad de espíritu. Porque todo lo que les pasa a los animales, bien pronto le pasa también al hombre. Todas las cosas están ligadas entre sí.
Hace falta que vuestros hijos lo sepan, igual que los nuestros, que la tierra es la madre de todos nosotros. Que cualquier estrago causado a la tierra lo sufren sus hijos. Este destino es en verdad un misterio, porque no podemos comprender que pasará cuando los búfalos se hayan extinguido; cuando los caballos hayan perdido su libertad; cuando no quede ningún rincón del bosque sin el olor del hombre y cuando por encima de las verdes colinas nuestra mirada encuentre por todas partes las telarañas de hilos de hierro que llevan vuestra voz.
¿Dónde está el bosque espeso? Desapareció. ¿Dónde está el águila? desapareció. Así se acaba la vida y empezamos a sobrevivir!
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